martes, 9 de febrero de 2010

BANCO CENTRAL DE LA REPÚBLICA ARGENTINA



¿Independiente de quien?

¿Independiente de quien?

La independencia o dependencia del Banco Central de la República Argentina (BCRA) es una vieja discusión entre economistas en la cual aún no se han puesto de acuerdo. Para analizar y comprender esta situación, es necesario primero introducirnos brevemente en las funciones que debe realizar el BCRA, las cuales son las siguientes: 1) Emisión de moneda 2) Controlar el sistema de pagos del Estado 3) Planificar la política monetaria 4) Ejercer el poder de policía sobre las instituciones financieras autorizadas para funcionar como tales 5) Asesorar al gobierno sobre las políticas financieras a emplearse y efectuarle adelantos transitorios monetarios. De todas las tareas enumeradas, las que nos interesa profundizar en este trabajo son las que corresponden al punto 1. Emisión de moneda y al punto 3. Planificar la política monetaria.

El BCRA puede intervenir en los mercados del dinero, esto es, haciendo incrementar o disminuir la liquidez necesaria para realizar las operaciones comerciales, en tres formas distintas, si es que no desea recurrir a la emisión:

a) Redescuentos al sistema bancario
b) Compra-venta de divisas
c) Compra-venta de títulos financieros

Los redescuentos son movimientos de fondos que se producen entre el BCRA y las entidades financieras. Cuando éstas necesitan dinero para solucionar faltantes financieros, lo solicitan a aquél. Cuando al BCRA le interesa que haya liquidez en el mercado, baja la tasa de interés de los redescuentos para tentar a las entidades a solicitarle fondos, pero cuando desea disminuir la liquidez simplemente eleva esa tasa de interés al punto que los bancos no se encuentran dispuestos (salvo situaciones de extrema necesidad) para tomar fondos. De esta forma el Banco Central actúa como un prestamista de última instancia.

Llama la atención, con relación a este tema, que exponentes del pensamiento liberal como Thorton en 1802 y Bagehot en 1873, abonaran la idea de otorgar liquidez al mercado a través de políticas de redescuento que los bancos centrales deberían tener con los bancos comerciales, cuando el fantasma de la contracción económica se hace presente y para evitar una crisis generalizada en todo el sistema. No se logra comprender entonces por qué nuestro Banco Central, un adherente tradicional al liberalismo económico, no asume los postulados de esa política monetaria para ayudar a poner fin a la crisis de iliquidez que padece nuestro país a lo largo de casi toda su historia.
La compra-venta de divisas es otra operatoria que permite la regulación de liquidez en el mercado. Cuando el BCRA compra divisas, lo hace emitiendo dinero (imprimiendo billetes), el cual en el mercado produce una alta liquidez y al mismo tiempo se logra una contención de la cotización del dólar cuando éste tiende tendencia a bajar. En cambio cuando la entidad financiera madre vende divisas, recoge a cambio los pesos que estaban circulando en el mercado produciendo una astringencia monetaria que enfría a la economía reduciendo las transacciones comerciales, al par que logra que la cotización del dólar baje para evitar una devaluación del peso.

La compra-venta de los títulos financieros opera de forma similar a las divisas, en cuanto a la liquidez se refiere. Cuando se emiten y se venden títulos, el BCRA logra iliquidez en los mercados y cuando se compran títulos se incrementa el circulante monetario.

Existe una idea generalizada entre los economistas que siguen las líneas ortodoxas de pensamiento, que cualquier emisión monetaria se traduce en un aumento generalizado de precios (inflación). Fue una constante de la historia de los pueblos, hacernos creer que no debíamos emitir moneda, porque de hacerlo se daba comienzo a un proceso inflacionario. De esta forma los grandes culpables de esos procesos siempre fueron “la emisión monetaria” por un lado y el “incremento salarial” por el otro. Con respecto al primero de esos pseudo-culpables, la idea que gobierna la mencionada línea de pensamiento es sustentar que, cuánto más masa monetaria exista en el mercado, más alto crecerán los precios para nivelarla. Es por eso que el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el resto de los organismos multilaterales de crédito impulsan constantemente la política de evitar que exista emisión de moneda en los países en desarrollo para suplir esa emisión con divisas que proveen esos organismos, lo cual, según ellos no genera inflación. Esta es una genial idea para lograr que los países dependientes nunca tengan moneda propia y la sustituyan por moneda ajena. El mejor ejemplo de esto lo tenemos en Ecuador, que ha decidido reemplazar su moneda por el dólar estadounidense. Incluso en nuestro país, el mandatario que guió los destinos del mismo en la década del ’90, fue un ferviente propulsor de la idea de dolarizar la economía creyendo que con ello se lograba evitar el riesgo inflacionario.

Quien domina y controla la emisión de dinero, esto es, quien tiene el poder de determinar la cantidad de dinero que debe circular por la economía de un país, sin duda alguna, tendrá el poder de dominar a ese país. Si se decide que exista un florecimiento de la economía, el remedio es fácil, bajar la tasa de interés y emitir moneda. En cambio si se decide enfriar el sistema a tal punto de que se encuentre en recesión, la medicina es subir la tasa de interés y evitar la emisión. De esta forma, se pone al descubierto que la economía de un país se encuentra en manos del capital financiero.

Si utilizamos la receta de los organismos multilaterales de crédito, no deberíamos emitir, con lo cual entraríamos en recesión por falta de circulante y, al mismo tiempo, generaríamos un mayor endeudamiento externo, porque sustituiríamos nuestra emisión con las divisas dadas en préstamo.

Cuando ingresan divisas en abundancia, el BCRA debe emitir pesos para poder comprarlas. De esta forma se incrementan las reservas en divisas del mismo, pero, como al mismo tiempo se lanzan al mercado ingentes cantidades de pesos, que, siguiendo el pensamiento ortodoxo descripto más arriba, supuestamente generará inflación, para evitarla es necesario recoger de alguna manera esos pesos que se han liberado, por lo cual el BCRA ha venido emitiendo y colocando en el mercado bancario dos títulos succionadores de los pesos circulantes: El LEBAC y el NOBAC. De acuerdo con lo explicado al principio de este trabajo, los bancos compran los títulos entregando sus pesos al BCRA y, de esta forma, se produce iliquidez en los mercados por la falta de dinero prestable a las empresas y al público consumidor, pero, al mismo tiempo, el BCRA paga intereses a los bancos tenedores de esos títulos. La paradoja es que cuando nos va bien en la cuenta corriente con el exterior y nos sobran dólares, al mismo tiempo se nos esfuma parte de la ganancia pagando intereses a los bancos que son los verdaderos beneficiarios del sistema exportador argentino. Si el peso de esos intereses es demasiado elevado, puede comprometer la política fiscal del superávit necesario para pagar la deuda externa. A todas luces, un sistema perverso y peligroso.

Lo que no se entiende es cómo se permite que esto suceda, dado que, con estas políticas monetarias manejadas directamente desde el BCRA no sólo se contribuye a incrementar innecesariamente los gastos del Estado, sino que se diluye subrepticiamente nuestra soberanía monetaria. Porque nos hacen creer que no somos como Ecuador, puesto que tenemos una moneda propia que se llama “peso” y que circula por todo el país, pero los organismos financieros multilaterales le imponen condiciones al BCRA que diluyen cualquier intento de elevar los estándares económicos de la población.

Ergo, la pregunta del millón es: ¿el BCRA debe ser independiente? Si la respuesta es sí, tal como lo ha afirmado el editorial del diario La Nación del 25 de marzo de 2005 y la mayor parte de los economistas de la City, la otra pregunta que habría que hacerse es ¿independiente de quién? Porque parece ser que la idea que gobierna este proceso es que el BCRA sea independiente del poder político argentino (con la excusa de que los políticos de turno harían emisiones desaforadas que generarían inflación), pero dependiente del dictado de los organismos financieros internacionales que nos ahogan en recesión, evitan el despegue de la economía, y promueven deuda externa que la utilizan como instrumento de dominación de los pueblos y como un condicionamiento de su desarrollo económico.

Lo que no logran explicar los sostenedores de este sistema financiero, es cómo puede planificarse el desarrollo económico de un país sin poner al mencionado sistema al servicio de la Presidencia de la Nación o, al menos del Ministerio de Economía. ¿Cómo puede organizarse un modelo económico si el sistema financiero recibe órdenes del exterior en lugar de formar parte del Poder Ejecutivo Nacional?

Por último es necesario manifestar que el sostenimiento de la idea de que cualquier emisión de pesos origina un proceso inflacionario es una falacia que tiene como único objetivo la eliminación de la soberanía monetaria de un país. El enganche de la emisión monetaria con la necesidad de contar con una base de respaldo en divisas origina el galimatías financiero descripto e, inevitablemente, se traslada al sistema económico.

En cambio, si la relación de la circulación del dinero se hace contra los bienes producidos (PBI) y se emite una moneda sin respaldo e incluso inconvertible, se quiebra la encerrona financiera, se independiza el BCRA de los organismos financieros internacionales y se emite el dinero que haga falta para evitar la recesión, incinerándolo cuando sobre, para evitar la inflación.

Ya lo dijo el banquero inglés Meyer Amschel Rothschild: “Permítanme emitir y controlar la moneda de una nación y no me preocuparé por quién haga las leyes”.

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