viernes, 8 de enero de 2010
Cómo nació el Banco Central
PERMITANME EMITIR Y CONTROLAR LA MONEDA DE UNA
NACION Y NO ME PREOCUPARE POR QUIEN HAGA LAS LEYES.
Meyer Amschel Rothschild
Banquero Inglés
CUALQUIERA QUE EN UN PAIS CONTROLE EL VOLUMEN DEL
DINERO ES EL AMO DE LA INDUSTRIA Y DEL COMERCIO.
James A. Garfield
Presidente EEUU
Pacto Roca-Runciman
A raíz de la fuerte depresión que experimentó la economía mundial al comenzar los años ´30, Inglaterra –tal vez aprovechando estas circunstancias para obtener mayores ventajas aún de los negocios que hacía con la Argentina- anunció, luego de una cumbre realizada en Ottawa (Canadá) con los países miembros del Commonwealth, que sólo compraría carnes a los países que lo integraban, en particular Australia y Canadá. La noticia en Buenos Aires causó alarma y dividió las opiniones del gobierno del presidente Justo. Su ministro de Agricultura, Antonio de Tomaso, que se adjudicaba lógicamente las competencias para llevar adelante las negociaciones con Inglaterra, pensaba que dado el volumen de inversiones británicas en la Argentina y la calidad de nuestras carnes, había motivos más que suficientes para no temer a la determinación de Ottawa. Tomaso , que provenía del socialismo independiente, no tuvo el respaldo del gobierno y fue desplazado en las primeras negociaciones por Malbrán, el embajador argentino en Londres, que contaba con el masivo apoyo de los sectores oligárquicos, dueños de las mejores tierras del país. Este sector, nucleado en la emblemática Sociedad Rural y el Jockey Club, le hizo conocer al presidente Justo, en octubre de 1932, una propuesta que marcaría el antecedente del pacto firmado posteriormente por nuestro país y Reino Unido. Los grandes productores de carnes le solicitaban al gobierno que tratara con la máxima preferencia las importaciones británicas como único medio para garantizarse las enormes rentabilidades que habían conocido por décadas hasta la llegada de la crisis del ´30 y que disparó, en el terreno político, la caída de Irigoyen, el primer paso para avanzar hacia un esquema de ruinosa dependencia para Argentina.
La prensa nacional anunció el viaje de la delegación argentina como una mera devolución de atenciones por la visita del príncipe de Gales a Buenos Aires, en marzo de 1931. las razones, desde luego, eran otras.
En enero de 1933 el gobierno envió a Inglaterra una misión para negociar nuevos términos d intercambio comercial. La delegación estaba encabezada por el vicepresidente Julio A. Roca (hijo), más conocido como “Julito”, el propio Malbrán, Guillermo Leguizamón, Raúl Prébisch, Miguel A. Cárcano, Aníbal Fernández Beyró y Carlos Brebbia. Inglaterra, para tal efecto, designó un comité encabezado por Walter Runciman, Leslie Burgin, Frederick Leith Ross, Henry Fountain, H.F. Carlill, A.F. Overton, R, Fraser, R. Keith Jonson, J.R.C. Helmore, R.M. Novell, R.L. Craigie, F.T.A. Ashton-Gwatkin, D.V. Nelly, H.L. Frechn y H. Brettain.
La Cancillería argentina buscaba un acuerdo que mantuviera las condiciones generales en que la carne enfriada se vendía a Inglaterra relegando a planos menores otros rubros de bienes exportables que conformaban el mercado de intercambio entre nuestro país y el Imperio Británico. La Lógica de la misión estaba marcada por los intereses de los grandes ganaderos-en particular de los invernadotes que se dedicaban al comercio de carne enfriada- que a costa del desangramiento de la economía argentina pretendían mantener la misma rentabilidad previa a la crisis del treinta.
Uno de los miembros de la delegación argentina, que luego del derrocamiento de Perón tomaría las riendas del ministerio de economía, Raúl Prébisch, y que vincularía nuestro país al Fondo Monetario Internacional, no ocultó jamás que el objeto de la misión era mantener la cuota de carne enfriada antes que el volumen de las exportaciones. Incluso se mostró comprensivo con la determinación de Inglaterra de restringir sus importaciones. Es más, un funcionario del Foreing Office, de apellido Mason, señaló en el expediente donde quedaron circunstanciadas las negociaciones, lo siguiente: “El control de la cuota de carne es para los argentinos lo que para nosotros representa la satisfacción de nuestras necesidades en cuanto a asignación de divisas, esto es, una consideración con respecto a la cual están dispuestos a subordinar todos los otros puntos”.
Las negociaciones, para los inglese, eran una buena oportunidad para desbloquear los activos de las compañías de ese país.
La aplicación del control de cambios había afectado a más de trescientas empresas británicas y según las estimaciones oficiales de Londres las compañías radicadas en Argentina tenían bloqueados un monto total de 51.530.000 pesos en ferrocarriles, 4.090.000 en tierras y colonias, 35.550.000 en compañías de importación, 2.770.000 en aguas corrientes y 6.990.000 en compañías varias.
Cuando se conoce en Buenos Aires, el Ministro de Hacienda, Alberto Hueyo, no dudó en oponerse a una pretensión que “Julito” Roca estaba dispuesto a aceptar. Para Hueyo, si Argentina cedía en el terreno del tipo de cambio, una vez descongeladas las libras esterlinas perteneciente, sobre todo, a las compañías ferroviarias inglesas, el país se vería obligado a endeudarse con el exterior para mantener el nivel adecuado de divisas. Hueyo también se oponía a conceder ventajas aduaneras a Inglaterra sin una contrapartida por parte de ese país para la colocación de exportaciones argentinas.
Las gestiones de Malbrán en Londres fueron respaldadas por los productores argentinos a través del “memorial al Presidente argentino” de octubre de 1932, por el que aquellos hicieron conocer su deseo de que el gobierno tratara con especial preferencia a las importaciones británicas como un medio para evitar los posibles perjuicios de las disposiciones de la Conferencia de Ottawa sobre las exportaciones argentinas.
Los ingleses creen que en realidad el gobierno argentino, que estaba bajo presión de los ganaderos quería obtener en primer lugar el control de la cuota de carne, para poder negociar desde una posición fuerte con los frigoríficos, y luego la seguridad de que no reduciría aún más la cuota de carne enfriada destinada al Reino Unido.
Por el lado británico, la exigencia más importante del Board of Trade era la del desbloqueo de la libras pertenecientes a empresas inglesas en la Argentina y la disponibilidad del cambio, tal como se desprende de un telegrama enviado desde Londres por Julio A. Roca (h) al Ministro de Relaciones Exteriores en marzo de 1933: “El gobierno británico ha subordinado a arreglo del dinero bloqueado y a la disponibilidad del cambio, toda su política en el curso de las negociaciones. Se ha propuesto con ello no sólo asegurar las posibilidades de su comercio de exportación, sino también el pago de los réditos de los cuantiosos capitales invertidos en nuestro país. Las pretensiones en materia tarifaria parecerían haber quedado en toso momento relegadas a un segundo plano”
Por otra parte, desde algunos años atrás se venía desarrollando en la Argentina una campaña de los ganaderos en contra del pool de frigoríficos, que controlaba monopólicamente la exportación de carne a Gran Bretaña desde el Río de la Plata. La Sociedad Rural había denunciado dicho pool en una publicación titulada “El Pool de los Frigoríficos: necesidad de la intervención del Estado, la cual concluía que: “Si el pool decidiese restringir sus exportaciones de chilled al mercado británico, conseguiría en éste más altas cotizaciones, en desmedro de los consumidores y congestionaría la oferta de novillos en nuestro mercado, a costa de los precios más bajos que recibirían nuestros productores”. Así, el ministro Tomaso, había advertido al canciller Saavedra Lamas y en la fase temprana de las negociaciones sobre el convenio, que debía ser demandada prioritariamente la asignación de una cuota a la Argentina.
Finalmente el 1º de mayo de 1933 se firma el tratado Roca-Runciman, por el cual Inglaterra se comprometía a continuar comprando carnes argentinas en tanto y en cuanto su precio fuera menos al de los demás proveedores mundiales. Como contrapartida, argentina aceptó la liberación de impuestos para productos inglese al mismo tiempo que tomó el compromiso de no habilitar frigoríficos de capitales nacionales. Paralelamente se creó el Banco Central de la República Argentina con competencia para emitir billetes y regular las tasas de interés bajo la conducción de un directorio con fuerte composición de funcionarios del imperio británico.No obstante todas estas concesiones, se le adjudicó además a Inglaterra el monopolio de los transportes de Buenos Aires. Años antes había surgido un incipiente transporte automotor de propietarios cuentapropistas, con recorridos fijos, que comenzaba a ser una fuerte competencia a los tranvías (ingleses); el gobierno compró la totalidad de esos vehículos y como condición del tratado creó la Corporación de Transportes de Buenos Aires entregándole todo a los británicos.
El tratado Roca-Runciman causó vergüenza. Así lo advirtió Lisandro de la Torre al denunciar el acuerdo en el Senado y promover el debate que le costó la vida al senador electo por Santa Fe, Enzo Bordabehere, que interpuso su cuerpo ante las balas de un sicario contratado para matar a Lisandro de laTorre en el mismo recinto de la cámara alta. En una de sus intervencionesel senador de la Torre señaló: “El gobierno inglés le dice al gobierno argentino “no le permito que fomente la organización de compañías que le hagan competencia a los frigoríficos extranjeros”. En esas condiciones no podría decirse que la Argentina se haya convertido en un dominio británico, porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a sus colonias semejantes humillaciones. Los dominios británicos tienen cada uno cada uno su cuota de importación de carnes y la administran ellos. La Argentina es la que no podrá administrar su cuota. No sé si podremos seguir diciendo “al gran pueblo argentino salud”
Como respuesta “Julito” Roca expresó con una fidelidad aombrosa a los intereses de la clase social que representó, uno de los párrafos más vergonzosos de nuestra historia: respondiendo a la siguiente frase del Príncipe de Gales: “Es exacto decir que el porvenir de la Nación Argentina depende de la carne. Ahora bien: el porvenir de la carne argentina depende quizás enteramente de los mercados del Reino Unido”, Roca contestó: “Argentina por su interdependencia recíproca, es, desde el punto de vista económico , una parte integrante del imperio británico”, tras lo cual Guillermo Leguizamón agregó: “La Argentina es una de las joyas más preciadas de la corona de su Graciosa Majestad”
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