sábado, 23 de mayo de 2009

SEMANA DE MAYO. Cambio de dominación.

SEMANA DE MAYO

LA INFLUENCIA INGLESA EN EL RIO DE LA PLATA

Hechos pasados, acontecimientos actuales

No es la intención ni creo que sea la de Uds., hacer un relato histórico de los acontecimientos sucedidos en mayo de 1810. La historia oficial permanentemente nos ha recordado los nombres de Moreno, Belgrano, Saavedra y tantos otros que protagonizaron aquellos días. Pero, la historia oficial es una cosa y la realidad otra. Bien conocido es el dicho de que la historia la escriben los vencedores. En tal sentido, es dable afirmar que la Argentina ha sido la permanente derrotada.

Todos los textos de historia nos hablan de la emancipación de España, pero son escasos los que aluden a la influencia inglesa en el Río de la Plata en especial y en América Hispana en general.

Si analizamos los acontecimientos históricos individualmente considerados, si nos detenemos en el análisis de cada hecho o suceso y nos olvidamos del hilo de Ariadna o hilo conductor que enlaza cada uno de esos acontecimientos, y luego no nos elevamos para ver desde bien arriba cuál es la pendiente o resultante del conjunto de todos esos hechos a través de los siglos, nos perderemos irremediablemente en el análisis, sin obtener los resultados de una síntesis integradora y esclarecedora.

Porque resulta una falacia mental pensar que nuestro país tuvo su origen en 1810. En realidad fue pensado mucho tiempo antes y, en tal sentido, deberíamos remontarnos a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII. En esos años España e Inglaterra eran rivales a muerte. Esas dos potencias junto con Francia eran las que se encontraban en la cúspide del mundo. Sus apetencias imperiales tenían un objeto preciso: El beneficio del comercio.

En 1711 existía un plan oficial y secreto británico para separar a las Provincias Españolas de América de las Provincias Españolas de Europa. El plan era es siguiente:

1) Divide et impera. Divide y reinarás. Separación de territorios, idiomas y personas.
2) Trades no countries. Imposición imperial en los negocios sin ocupación de territorios.
3) Ejercicio del poder sin exhibirse.
4) Inducir a los enemigos a hacer lo que nosotros quisiéramos que hagan para que se destruyan solos.
5) Conquista y control básico de Buenos Aires, para designar a esta ciudad como el enclave financiero y cabecera de playa para ejercitar todas las políticas de dominación británica hacia la América del Sur.

El objeto del plan era dividir el territorio separando la zona ganadera de la Pampa Húmeda del centro minero de América del Sur (Perú y Bolivia) y, a su vez, ambos separados del centro yerbatero del Paraguay, para evitar que los nutrientes de la carne vacuna pudieran alimentar a los mineros y también evitar que los minerales depurativos de la yerba mate pudiesen limpiar los organismos contaminados de esos trabajadores. De esta forma se lograba desintegrar los territorios y pulverizar la industria extractiva de la América Hispana. En aquellos tiempos regía el patrón oro. Ello significa que toda emisión monetaria se encontraba respaldada por ese metal precioso. Si se lograba anular la industria del oro en las colonias españolas, la economía de España iba a morir de inanición por falta de circulante, es decir, por falta de dinero.

Toda la historia de la América Hispana, desde el origen mismo de las colonias, es la historia de la economía sin moneda. Los ingleses siempre se preocuparon por retirar, quitar o robar toda existencia de moneda y de metal precioso de América, pues la idea era que este continente y todo el mundo funcionara al compás de la libra esterlina. Ellos siempre la tuvieron clara, de hecho fueron los inventores del sistema: QUIEN MANEJA LA MONEDA MANEJA A UNA NACION. Si se evita que un país tenga moneda propia, se logra debilitar su economía, ergo es muy fácil luego su dominación política y cultural. El principal símbolo de soberanía de una nación no es su bandera, ni su himno, ni su escarapela, sino SU MONEDA. La nación que carece de moneda soberana, que carece de la posibilidad de emitir y controlar su propia moneda no tiene futuro y los destinos de ese país se subordinan a los dictados de la potencia dominante que impone su propia moneda como medio de cambio y de atesoramiento en la colonia. En tal sentido los ingleses nunca quisieron que tengamos moneda propia, antes bien nos otorgaban préstamos (endeudamiento externo) para que circulara su moneda en lugar de la nuestra.

El plan estratégico inglés era invadir Buenos Aires. Formar un ejército de nativos para conquistar Chile. De allí pasar a Perú y a la Gran Colombia. El plan inglés de 1711 se pone en ejecución en 1804, el cual se titula: “Una propuesta para humillar a España”.

Mientras tanto ¿qué hacía España? En 1776 el ministro de Indias de Carlos III, José de Galves diagrama el diseño de toda América. Ese año es un año clave en la organización del futuro de ese continente, pues bajo la influencia de ese ministro, el 4 de julio se independizan de Inglaterra los EEUU y el 3 de agosto nace el Virreinato del Río de la Plata con una superficie de 7.000.000 de Km. 2, para contrarrestar la influencia del gran país del norte. José de Galves fue un gran estratega, pues logró quitarle poder a los ingleses en América al influir en la independencia de los EEUU, pero, al mismo tiempo, avizorando que en el norte de América se estaba creando un gran país, decidió contrarrestarlo con la creación del Virreinato del Río de la Plata. Los ejes económicos del virreinato eran: la minería, ganadería vacuna y la yerba mate. El virreinato tenía carácter bioceánico, la idea era controlar el comercio desde El Callao a Filipinas y desde allí con proyección económica hacia el sudeste asiático.

Los ingleses, fiel a su precepto, “reconocer la derrota sin perder el poder, organizan su respuesta y se edita en Londres el libro de Adam Smith “La riqueza de las Naciones”. De esta forma el liberalismo con sus herramientas de economía de mercado y división del trabajo, logró, por la penetración cultural y económica, lo que no pudo a través de las armas. El libro se expandió rápidamente por el mundo como una verdad universal e indiscutible. El orden económico conducido por la “mano invisible” inventada por ese autor convenció a todo el mundo. Inglaterra volvió a vencer y diagramó un plan de reconquista a largo plazo, el cual puede resumirse en lo siguiente: política permanentemente disociadora para América del Sur, destrucción de la religión, del idioma, de los intereses comunes, de los afectos, asimilación de vocablos ingleses en nuestro idioma, fomento de sentimientos de afecto hacia los intereses británicos y de odio hacia los ibéricos, etc.

Luego vinieron las dos invasiones inglesas, la primera de ellas del 27 de junio al 12 de agosto de 1806 al mando del almirante William Carr Beresford. La segunda del 3 al 5 de julio de 1807 al mando del almirante John Whitelocke. En la primera de ellas, el almirante se constituye en Gobernador por dos meses y reúne entre 55 y 60 familias tradicionales de la época que desearon ser súbditos incondicionales británicos, para ponerlos al servicio de la corona inglesa y asegurándoles un buen pasar de por vida y para todas sus futuras generaciones hasta la extinción de los tiempos, a cambio de sus servicios hacia la corona (los servicios de ellos y de sus descendientes). Dicho gobernador inglés nombró como director de la Aduana de Buenos Aires a un tal Martínez de Hoz, pariente lejano del tristemente célebre ministro del Proceso militar de 1976, que promovió la destrucción de la industria argentina y la creación de una patria especuladora y financiera.

Y así llegamos al famoso 25 de mayo de 1810. ¡El pueblo quiere saber de qué se trata! Para eso golpeaba las puertas del cabildo de Buenos Aires. ¿Y a qué se debía la inquietud del pueblo? ¿tal vez deseaba saber cuál iba a ser su futuro político? ¿quizás se encontraba preocupado por conocer su futuro económico? ¡NO!. Lo que el pueblo quería saber y ningún libro de la historia oficial lo registra era: Qué cosa hacían esas dos fragatas inglesas que se encontraban estacionadas en el estuario del Río de la Plata con sus cañones apuntando hacia la ciudad de Buenos Aires. Porque la imposición que esa escuadra le hacía el cabildo era que la primera junta de gobierno debía organizarse de acuerdo con los nombres que le convenían a la corona británica, caso contrario, harían llover fuego sobre la ciudad. De esta forma nace la historia de nuestra patria. La revolución del 25 de mayo no fue una revolución popular, antes bien fue la revolución que promovió Gran Bretaña en Sud América para aislar a las colonias españolas de su metrópoli. Fue un bastión más en la larga lucha por el reparto del mundo entre España e Inglaterra. Como todas las conspiraciones que vienen desde el exterior, esta tampoco pudo resolverse sin el concurso de los nativos que permitieron su florecimiento en estas tierras. El pueblo, ajeno a todo, siguió acunando su pobreza, para que una minoría se enriqueciera.

Veinticinco años después, la influencia inglesa siguió desplegándose sobre el Río de la Plata, pues se firmó el 2 de febrero de 1825 el Tratado de Amistad, Navegación y Comercio entre el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda y sus súbditos, los territorios de las Provincias del Río de la Plata y sus habitantes, que consolida los planes británicos dejando a nuestro país subordinado a su política imperial. El tratado fue firmado para los nativos por Manuel José García, quien fuera también responsable por la escisión de la Banda Oriental y Ministro de Gobierno de Martín Rodríguez cuando junto con Bernardino Rivadavia en 1824 contrae el primer empréstito argentino con la Baring Brothers de Londres, dando nacimiento a la deuda externa argentina. El Tratado de Amistad, Navegación y Comercio entre el Reino Unido y las Provincias del Río de la Plata, denomina a los ingleses “ciudadanos”, pero los nativos de la América del Sur son “habitantes”. El artículo 2º del tratado determina que los súbditos británicos podrán arribar con sus buques y cargas para ejercer el comercio a cualquier puerto, paraje o río de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Los ríos interiores son de libre navegación para los buques británicos con exclusión de cualquier otra bandera. El artículo 7º establece que las Provincias Unidas no podían alquilar buques de otras nacionalidades para comunicarse con el mundo. Con el Art. 9º Gran Bretaña adquiere la cláusula de “nación más favorecida”. El Art. 11º dice que, en caso de guerra de las Provincias Unidas contra Inglaterra, aquéllas se comprometen a no tomar represalias económicas sobre bienes británicos. Este principio fue aplicado rigurosamente en la guerra de Malvinas. El tratado Anglo-Argentino de 1825 fue firmado luego en marzo de ese año por Perú, en abril por Colombia y en noviembre por México. Gran Bretaña ya era dueña de los destinos de América Hispana.

En la creación del primer banco argentino (¿argentino?) se observa también la influencia inglesa en nuestras tierras. Corría el año 1821. Las comunicaciones con el Alto Perú se encontraban cortadas, por lo tanto el oro necesario para acuñar moneda nacional no llegaba a Buenos Aires, la asfixia económica por falta de circulante se hacía sentir en todo el organismo económico del Río de la Plata, la tasa de interés llegó al insólito nivel del 6 % mensual. Era imperativo buscar una solución. El 15 de enero de 1822 el gobierno presenta a la Junta de Comerciantes el proyecto de creación del “Banco de Buenos Aires”, preparado por el Cavallo de aquella época, es decir Manuel José García (otra vez este individuo). Ese mismo día quedaba formada la Comisión Provisoria del Directorio del Banco con los siguientes nombres: William Carthwright, Josua Thwaites, James Britain, Handist, Bayley, Harrar, Montgomery, Horn, Roberston, Miller Thwaites y James Barton. Todos ellos comerciantes británicos dedicados al negocio de la exportación. Es decir que el primer banco que vio la luz en nuestro país y que fue el antecedente directo del Banco de la Provincia de Buenos Aires, fue un banco creado y dirigido por ingleses, con facultad para acuñar moneda y emitirla bajo la forma de papel. Todos los accionistas del banco eran ingleses, los que sólo pagaron la primera cuota del contrato de suscripción de acciones, el 80 % restante lo integraron con pagarés que luego levantaron con el crédito que les otorgó el propio banco. La tasa del préstamo fue del 9 % anual y el dividendo que dieron las acciones fue entre el 19 y el 24% anual, es decir que el capital que pusieron los ingleses lo pagó el propio banco a través de las utilidades que generó. Un negocio redondo. Demás está decir que el banco de lo que menos se preocupaba era de fomentar la distribución de la riqueza a través del crédito, antes bien su operatoria era la siguiente: El banco supuestamente emitía moneda convertible en oro. Ello significaba que contra sus reservas en metálico, podía emitir papel moneda de circulación forzosa. Si algún tenedor de moneda decidía cambiar por metálico, sólo debía presentarse en la ventanilla del banco y éste accedía a la operación, es decir el banco recibía el papel moneda y entregaba oro a cambio. Los comerciantes ingleses fundadores del banco, vieron el negocio y exportaron oro. Para conseguirlo se hicieron otorgar préstamos de papel moneda del banco, luego ese dinero lo canjeaban por oro en la ventanilla de al lado y por último sacaban el oro con destino hacia las Islas Británicas por medio del contrabando. ¡Genial!.

En la época actual, guerra de Malvinas mediante, podemos seguir afirmando que la dominación Británica continúa en la colonia argentina. El 15 de febrero de 1990 se firma el Convenio de Madrid entre Inglaterra y la Argentina. Por nuestro país lo firma el entonces Ministro de Relaciones Exteriores Domingo Cavallo, siendo presidente Carlos Menem. Por este tratado se impide la radarización de la Patagonia. Ello significa que, las fuerzas armadas argentinas deben pedir permiso a su majestad británica para la instalación de radares en el sur y también para efectuar cualquier movimiento de tropas en esa área. El 11 de diciembre de 1990 (diez meses después) se firma otro tratado, pero esta vez en Londres por el cual se asegura la protección de las inversiones británicas en nuestro país, allí se produce la entrega de nuestro patrimonio productivo. Este tratado lo firma nuevamente Cavallo pero como Ministro de Economía en la primera presidencia de Carlos Menem.

Mariano Moreno fue uno de los protagonistas de los sucesos del 25 de mayo de 1810. Sus miradas simpáticas hacia la corona inglesa no impidieron luego iniciar críticas hacia su política imperial. Se supone que como consecuencia de ese cambio de actitud, una mano misteriosa lo envenena en el viaje que hace hacia Inglaterra, pero nos deja un legado que se encuentra inserto en el prólogo a la traducción del Contrato Social de Rousseau:

Si los pueblos no se ilustran,
si no se vulgarizan sus derechos,
si cada hombre no conoce lo que vale,
lo que puede y lo que se le debe,
nuevas ilusiones sucederán a las antiguas
y, después de vacilar algún tiempo
entre mil incertidumbres, será tal vez
nuestra suerte mudar de tiranos
sin destruir la tiranía.

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